CONDENADOS POR «LA SUIZA»: CULPABLES Y ORGULLOSOS

«En el fondo es muy sencillo: No soportamos las injusticias de este mundo y a los cabrones que las provocan»

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Por Héctor González

7 de julio 2021

Quisiera aprovechar el espacio que me brinda Nortes para hacer, una confesión pública y personal, pero que comparten el resto de condenados del “caso de La Suiza” y miles de personas más a lo largo de todo el país. Mis compañeros y yo nos consideramos culpables y nos mostramos orgullosos de ello. Tremendamente orgullosos. Culpables, pero no de los delitos por los que nos han condenado, de esos somos completamente inocentes y huelga decir nada más.

En este mundo existen demasiadas desgracias y demasiadas injusticias fruto de un sistema basado en la explotación y la opresión. Injusticias y desgracias muy cercanas, cosas tan sencillas como no poder pagar un alquiler, la luz, el gas, el agua o la comida. Dicho así queda un tanto abstracto, pero la traslación a la realidad es sencilla: si no pagas el alquiler te vas a la calle (a dormir a un cajero), si no pagas luz no puedes usar el microondas, si no lo haces con el gas no puedes tener agua caliente, si no abonas el agua no te puedes lavar y si no tienes dinero para comer, te mueres. Sencillo. A veces se nos olvida, o quizá nos pasa desapercibido, pero estas situaciones son muy comunes. Se dan en nuestras familias, amistades y vecinos.

Aunque parece que se empeñan, no nos dejan vivir sin trabajar, claro que generalmente tampoco nos dejan trabajar para vivir (dignamente), sino que aprovechándose de las necesidades, las empresas tienden exprimir y precarizar las condiciones laborales al máximo. ¿Cómo? Las hay que te aseguran menos horas de las que trabajas, otras te obligan a trabajar de más (muchas sin cobrarlo), no respetan los descansos, vacaciones, pluses, ignoran las medidas de seguridad y salud laboral… y algunas, no pocas, incluso te roban abiertamente de la nómina. Por supuesto, también se dan casos de acoso. Esto ocurre en todo tipo de empresas, grandes, pequeñas, públicas o privadas… la patronal es más transversal que Íñigo Errejón.

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Ante estas situaciones uno puede adoptar varias posiciones: mirar para otro lado, quejarse o afrontarlas. No somos todos los que debiéramos, pero somos un buen puñado los que decidimos denunciar y combatir estos abusos, ya sean en Alcoa, Alsa, Glovo… o La Suiza.

La razón es muy sencilla: no nos cuece en el papu que en este mundo existan injusticias tan flagrantes como que a alguien no le paguen por hacer su trabajo, que falten medidas de seguridad, que no se respeten las leyes laborales o que se acose abusando de posiciones de poder. Sobre todo porque la culpa no es soltera sino existen responsables y culpables directos a los que poner cara. Siempre y en todos los casos.

No hacen falta demasiadas reflexiones y elucubraciones para posicionarse y actuar al respecto. El razonamiento es bien sencillo: siempre con el de abajo y a funcionar: organizar, denunciar y pelear. Pelear, denunciar y organizar. Da igual el caso y el escenario porque lo que es justo es justo y merece ser defendido y lo que es injusto es injusto y merece ser denunciado con insistencia y constancia.

Todos hemos perdido ya la cuenta de la cantidad de conflictos y peleas en las que nos hemos visto involucrados y la cantidad de frustraciones que nos ha tocado gestionar por tener que llegar a un arreglo injusto, en el que alguien tenía que renunciar a parte de lo que era suyo por falta de posibilidades de sacarlo adelante sindical o judicialmente. La cantidad de veces que alguien fue despedido y no se pudo lograr una reincorporación, la cantidad de dinero adeudado que no se logró que la empresa abonase, la cantidad de veces que alguien tuvo que pedir ayuda para comer o pagar un alquiler… Hemos perdido la cuenta los condenados en el “caso de la Suiza” y otros tantos miles de personas en este país.

No podemos recordar la cantidad de veces que hemos tenido que ir a declarar a un juzgado. No es un farol. La cantidad de veces que los empresarios o sus amiguinos nos han insultado e intentado agredir. La cantidad de veces que nos han dicho de todo. También, para qué negarlo, la cantidad de veces que nos hemos despachado a gusto, con empresas grandes y pequeñas, y en las que hemos visto como auténticos sinvergüenzas se venían abajo… Hemos perdido la cuenta los condenados en el “caso de la Suiza” y otros tantos miles de personas en este país.

En definitiva, los condenados en el “caso de la Suiza” y otros tantos miles de personas en este país somos culpables de todo lo que he expuesto en las líneas previas. No soportamos las injusticias de este mundo y a los cabrones que las provocan. Nos ponemos del lado del más débil sin necesidad de pensarlo demasiado y siempre procuramos que los abusos tengan por respuesta la acción colectiva y que ésta sea contundente.

Culpables, también, de pasar asesorías, constituir secciones sindicales, denunciar irregularidades, de negociar con explotadores y acosadores, de organizar manifestaciones, de pegar carteles, repartir folletos, colocar pancartas y un largo etcétera. Culpables somos los condenados en el “caso de la Suiza” y otros tantos miles de personas en este país porque al fin y al cabo, de eso trata esta sentencia, de condenar a unos, pero hacerlo para todos. Se trata de enjuiciar y condenar al sindicalismo.

Pero hay que reconocer que junto a la frustración y a la mala hostia que todo esto nos genera, también crece otro sentimiento: el orgullo, el tremendo orgullo de ser culpables y de tener decidido que vamos a seguir siéndolo durante mucho tiempo. El orgullo que siente todo aquel que dedica amplios esfuerzos a combatir las injusticias de este mundo. Nos sentimos orgullosos de ser culpables. De ser inocentes no podríamos mirarnos en el espejo.

https://www.nortes.me/2021/07/07/condenados-por-la-suiza-culpables-y-orgullosos/