Que no se nos olvide los orígenes del 8 de Marzo.
El 8 de Marzo nació, con varios intentos anteriores, como día de lucha de las mujeres del mundo, en 1910. Por un lado, fue la respuesta coordinada de las ligas, las asociaciones y congresos de mujeres ante la explotación que sufrían las obreras en las fábricas textiles, que ardían cada poco, quemando a cientos de trabajadoras en su interior. Exigían la abolición del capitalismo.
De otro lado, luchaban por “la libertad y la paz mundial, por la eliminación del militarismo y de los ejércitos existentes”, buscando nuevas formas de acción ante el imperialismo existente. Nuestras pioneras hablaban de “la patria universal”, de “la abolición de las fronteras”. En un periódico feminista pionero, ‘La Conciencia Libre’ escribían “¿Es delito no amar las fronteras? Me declaro delincuente. ¿Es crimen odiar las armas de destrucción? Soy criminal. Lo tenían muy claro, “ninguna guerra se justifica si no es con el propósito de derrocar el sistema capitalista y establecer el control industrial de la clase trabajadora”. Ha pasado más de un siglo y la vigencia de las aspiraciones originarias del 8 de Marzo siguen muy vigentes.
¡No a las guerras! ¡No a los ejércitos! ¡No a las fronteras! ¡No a las industrias bélicas que alientan los conflictos bélicos!
Extraído de ‘Rebeldes periféricas del siglo XIX’.
Texto de @ana Muiña Fernández editora de La Linterna Sorda