A finales de noviembre y principios de diciembre del año pasado el Fardatxo en bici realizó una ruta de tres días de algo menos de 180 kilómetros por las sierras de Alcaraz y del Segura. Elegimos el peor fin de semana para llevarla a cabo, con una climatología muy adversa pero no teníamos otra opción dados los diferentes compromisos de los cuatro participantes en la misma.
Optamos por este recorrido por su cercanía, la espectacularidad de sus paisajes y porque dos compañeros habían recorrido parte de ella hace seis años y al menos en la primera parte pedaleábamos sobre terreno conocido.
Así el día 29 de noviembre cargamos las bicis en una furgoneta y nos dirigimos a la localidad albaceteña de San Pedro, lugar desde donde comenzaba la ruta. Desde este pueblo nos dirigimos a la Vía Verde de Albacete-Alcaraz para incorporarnos a ella en su parte más interesante paisajísticamente, con un cielo bastante cubierto pero sin lluvia recorrimos casi 50 kilómetros hasta llegar a Alcaraz por un tranquilo paisaje de monte bajo, atravesando túneles y asustando conejos que salían disparados al vernos, manadas de ciervos que corrían por los montes cercanos y diferentes especies de aves de presa que volaban sobre nosotros, la Vía Verde no había cambiado mucho en estos seis años, nos sorprendió que los túneles aún tuviesen la iluminación ya que en las Vías Verdes de nuestra provincia tanto las placas solares como los tubos fluorescentes e incluso el cableado de la instalación fueron robados casi al mismo tiempo en que fueron instalados y jamás se han repuesto. Parece que en Castilla- La Mancha conservan mejor sus infraestructuras turísticas.
Tras llegar al pueblo de Alcaraz y dejar las bicis en el hostal recorrimos esta bonita localidad, disfrutando de la gastronomía local y nos fuimos a dormir con un cielo cada vez más cubierto de nubes.
Al día siguiente temprano nos pusimos en marcha viendo como las nubes cubrían las cumbres cercanas y bajaban a toda prisa hacia los valles y el pueblo, pronto entramos en calor con la primera y dura subida hacia la aldea de Los Batanes. Aquí abandonamos la carretera y por una pista forestal en buen estado cruzamos las montañas para bajar a un área recreativa que nos llevaba al primer puerto oficial del día, el del Barrancazo, a casi 1500 metros de altura. Por una carretera bastante estrecha y parcheada pero con poco tráfico superamos el puerto y descendimos ya con algo de lluvia hasta el cruce de la carretera hacia Paterna del Madera que ignoramos para adentrarnos por un estrecho valle hacia el segundo puerto del día, el de Las Crucetillas, algo más alto que el anterior y que ya empezó a pasar factura a algunos compañeros que se iban quedando atrás, la lluvia comenzó a aumentar pero por suerte la subida a este puerto se realiza por una carretera que cruza un espeso bosque y sus árboles creaban una cúpula vegetal que nos protegió durante la subida que fue además de dura, espectacular por su paisaje. Al llegar a la cima del puerto la lluvia ya era bastante fuerte, empezamos a mojarnos considerablemente y además las temperaturas habían descendido notablemente, la lluvia era casi hielo y entre el frío intenso, el asfalto mojado y alfombrado de hojas secas de los plataneros, el descenso del puerto se convirtió en una actividad de riesgo. Solamente nos separaban 10 kilómetros de la localidad de Riópar, lugar donde teníamos reservado el hostal, pero se hicieron muy duros, a todos nos pasó factura el frío, manos sin sensibilidad, escalofríos, labios completamente dormidos, pero conseguimos llegar a nuestro destino, aunque la ruta seguía hasta el nacimiento del río Mundo para luego volver al pueblo, pero en vista de la meteorología optamos por dar terminada la etapa en Riópar y después de una buena ducha caliente y cambiarnos de ropa nos fuimos a comer algo y recorrer el pueblo. La lluvia ya no cesó en todo el día y la noche, lo que nos hizo estar atentos a la previsión para el día siguiente, último de la ruta.
El último día de esta ruta amaneció sin lluvia pero con los cielos igual de cubiertos que el día anterior, tras aprovisionarnos de comida en una panadería cercana al hostal nos pusimos en marcha, abandonando el pueblo por una pista de tierra en buen estado que se adentraba hacia las montañas enlazamos con una carretera local que de nuevo entre bosques se dirigía a la localidad de Casas de Provencio, entre rebaños de muflones que salían corriendo al cruzarnos con ellos y aves de presa volando muy bajo pronto dejamos el asfalto para iniciar una dura subida por una pista forestal que al poco empezó a descender entre barro y charcos para volver a enlazar con la carretera que habíamos dejado e iniciar el ascenso a la localidad. El tiempo comenzó a mejorar y los claros entre las nubes permitían pasar al sol por lo que el pedaleo se hizo más alegre, después de pasar Casas de Provencio iniciamos otro ascenso duro por asfalto que cruzaba un monte para bajar a toda velocidad hacia el siguiente pueblo, Molinicos, pueblo situado en una colina y casi desierto a esas horas. Nos aprovisionamos de agua y siguiendo sus estrechas calles salimos de la localidad por el norte hacia un sendero de PR que se dirigía a Paterna del Madera y que nos obligó a todos a poner pie a tierra para poder superar sus duras pendientes, pero tras superar la colina comenzó un descenso de varios kilómetros por estrechas sendas que serpenteaban por las laderas de los montes y se dirigían a un angosto valle y una carretera local que siguiendo en descenso cruzaba la pequeña aldea de Casa Rosa y se dirigía a una carretera comarcal que enseguida dejamos para subir al pueblo de La Dehesa del Val. Allí y tras un breve descanso conversando con un anciano del pueblo que se conocía la ruta hasta la última curva nos volvimos a poner en marcha para superar la última dificultad de la ruta y del día, el ascenso por las colinas de detrás del pueblo hasta otro espectacular y denso bosque donde paramos a comer y disfrutar del sol que ya predominaba sobre las nubes. Desde aquí la ruta iba en continuo descenso hasta volver a San Pedro, cruzamos el bosque y salimos a una pista que a tramos era asfalto y a tramos pista de tierra pero en buen estado y que seguía otro estrecho valle rodeado de bosque con un pequeño arroyo al fondo, fue la parte más espectacular de toda la ruta en descenso rápido y atravesando bosques, fincas, explotaciones ganaderas y agrícolas durante casi 15 kilómetros hasta salir a otra comarcal que se dirigía a la última localidad antes de San Pedro, Casas de Lázaro, ya muy cerca del final de la ruta. A algunos de los compañeros les entró la prisa viendo el final de la aventura cercano y marcaron un ritmo frenético que nos obligó a darlo todo en los últimos kilómetros y así llegamos hasta San Pedro, volvimos a cargar las bicis en la furgoneta y de vuelta a casa.
El Fardatxo continúa con sus salidas y pronto informaremos de ellas.
FARDATXO NEGRE EN BICI.